Las “cookies” y tu privacidad
Las “HTTP
cookies”, “Internet cookies” o simplemente “cookies”, son pequeños paquetes de
datos considerados esenciales por prácticamente todos los portales de Internet
y al mismo tiempo una seria amenaza para tu privacidad. Las “cookies” nacieron
como herramientas que facilitaban que tu experiencia al navegar por Internet y
sus diferentes portales fuera mucho más personalizada, porque permiten que los
sitios te “recuerden”, es decir, registran información histórica sobre tus
hábitos de navegación para que cuando vuelvas a navegar no tengas que empezar
de cero.
Para entender un
poco cómo funcionan las “cookies” podemos usar la analogía que el servicio de
“membresías” de algún club social o deportivo:
1. Cuando obtienes
tu membresía entregas una serie de datos personales básicos al club. En este
caso, la “membresía” es el navegador (o también navegar desde la misma sesión)
lo cual permite registrar tus hábitos de navegación, páginas que más visitas,
compras que hayas hecho, etc. El club es el portal de Internet que visitas.
2. Cada que
utilizas algún servicio dentro del club se genera un “ticket” o comprobante de
consumo. Este comprobante es el equivalente a la “cookie” que genera el
navegador (pero en lugar de entregártela a ti, se entrega ese comprobante o
cookie al portal), y de esa forma hace que cada acción que realices se vuelva
directamente rasteable hasta tu persona por el portal (o club).
3. Cada que
regreses con tu misma “membresía”, el club sabrá de antemano todas tus
actividades realizadas en tus anteriores visitas (y te podrá preguntar: ¿la
mesa de siempre?, ¿la bebida de siempre?, etc.). De igual manera, las “cookies”
(los recibos de cada consumo o acción) “recuerdan” al portal tus hábitos de
navegación dentro de su sitio cada que llegas a él, y les permite hacerte
“sugerencias” en base a dichos hábitos.
Como se puede
observar, las llamadas “cookies”, que originalmente fueron concebidas
únicamente para que los usuarios de Internet pudieran navegar de manera más
fluida por los diversos portales que existen, actualmente cumplen una función
mucho, pero mucho más lucrativa, a través de la obtención de la mayor cantidad
de datos personales para encauzar o incluso manipular la voluntad de los
usuarios de Internet de la misma forma que lo podría hacer el hipotético club.
Toda vez que la
información contenida en las “cookies” no puede ser alteradas, por sí solas son
inofensivas ya que no pueden almacenar virus o malware, sin embargo, sí pueden
ser objeto de ciberataques y, por lo tanto, todos tus hábitos de navegación
pueden caer en manos de ciberdelincuentes.
Existen dos
grandes tipos de “cookies”, las “cookies” de origen (first-party) que son
aquellas creadas directamente por el sitio que visitas y las “cookies” de
terceros (third-party) que son más problemáticas porque son generadas por
sitios ajenos al cual estás navegando (especialmente cuando tienen “banners”
con anuncios externos). También existen otro tipo raro pero muy peligroso de
“cookies” denominado las “zombie cookies” o “flash cookies”, que son aquellas
que se instalan permanentemente en tu navegador sin tu consentimiento (no
pueden ser borradas por ninguna vía tradicional).
En ese sentido,
aunque las “cookies” no son esos terribles enemigos que muchos nos pudieran
hacer creer, la realidad es que es importante seguir dos grandes
recomendaciones para limitar su nocividad para nuestra privacidad: Primero: No
aceptarlas, desactivarlas o aceptar las menos posibles cada que naveguemos por
un portal (de hecho, los portales europeos están obligados a contar con una
aceptación expresa de sus usuarios, por lo que nos aparece una pantalla
solicitando su aceptación cuando ingresamos a ellos por primera vez). Segundo:
Depurarlas de manera permanente (al menos una vez al mes) de los navegadores de
nuestra computadora y de nuestros celulares. No hacerlo así puede acrecentar
mucho nuestra vulnerabilidad por el mal uso que puedan hacer de ellas los
portales en los que navegamos y las empresas dedicadas a comercializar con su
potencial de traducirlas en oportunidades para que compremos por Internet
productos o servicios que, muchas veces, ni siquiera necesitamos.
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