¿Regular las Redes Sociales?
Por: Salvador Romero Espinosa
(@chavaromero)
La “guerra” entre los
gobernantes y plataformas como Facebook y Twitter ha iniciado este año con dos
grandes episodios: El primero en Estados Unidos de Norteamérica, producto de la
decisión de borrar publicaciones y suspender las cuentas personales del
entonces presidente Donald Trump; y el segundo en nuestro país, con los ataques
del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, en contra de Twitter,
acusando a la plataforma de atacar a su gobierno y denunciando que uno de sus
empleados tuvo vínculos con el Partido Acción Nacional.
Por supuesto que las
plataformas se han defendido, señalando que la suspensión de la cuenta de Trump
obedeció a violaciones directas a sus políticas por incitar la violencia; y en
México, Twitter precisó que sus empleados no tienen injerencia en el tipo de
publicaciones que se permiten o se prohíben dentro de la plataforma, por lo que
la acusación de López Obrador carecía de sustento.
En este contexto, surgen
nuevamente voces radicales en todo el Mundo, como la de Ricardo Monreal Ávila,
senador de Morena, que consideran indispensable que se regule desde el Estado a
las empresas que brindan el servicio de Redes Sociales, proponiendo reformar la
Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión para garantizar que se
respete la libertad de expresión de todos sus usuarios, en una iniciativa con
muchas imprecisiones, aparentes inconstitucionalidades y posibles violaciones
al T-MEC.
Un primer cuestionamiento a
esta postura, es que pasa por alto que las plataformas de Redes Sociales son
espacios privados, por lo que su utilización es completamente voluntaria y, por
ello, no debiera ser labor del Estado fijar las reglas comunitarias que cada
plataforma decida utilizar (“mi casa, mis reglas”). No podemos olvidar que por
muy públicas que ahora nos parezcan, siguen siendo empresas de propiedad
privada y, por consecuencia, si a alguien no les gustan sus reglas, tiene el
derecho de no utilizarlas (incluidos presidentes y senadores).
Otro cuestionamiento, es que
se corre el riesgo de sobrerregulación o excesiva injerencia estatal, a tal
grado que lejos de prevenir violaciones a la libertad de expresión, éstas se
pudieran fomentar desde el propio Estado, dejando de ser las plataformas -como
Facebook y Twitter- las que decidieran qué se puede y qué no se puede publicar,
y que esas decisiones las tome algún burócrata, lo cual me parece
escalofriante.
Un tercer cuestionamiento
sería el hecho de que obligar a las Redes Sociales a darle voz a todos sus
usuarios -sin importar que violen sus políticas comunitarias- bajo el argumento
de la libertad de expresión, sería tan excesivo como obligar a los periódicos a
publicar cualquier carta o columna de opinión que reciban de cualquier persona.
Sin embargo, es un hecho que
los usuarios de las Redes Sociales hemos quedado irremediablemente atrapados en
medio de esta batalla y, por ello, al estar ya plenamente demostrado el
gigantesco poder y el alto impacto que las decisiones de estas grandes
plataformas pueden tener en sociedad y gobierno, coincido en que es imposible
ignorar la necesidad de una regulación especial, considerando que el tipo y
alcances de la interacción que existe dentro de ellas, difícilmente puede ser
encuadrado dentro de los marcos conceptuales tradicionales de la libertad de
expresión.
En conclusión, creo que sí es
indispensable entrar a un análisis y debate serio sobre la necesidad de
establecer desde la Ley parámetros básicos sobre los cuales deban de operar
dichas plataformas, pero sin que ello signifique o implique una excesiva injerencia
del Estado, tal y como ya lo hizo recientemente Alemania con su “Ley de Redes
Sociales” (Netzwerkdurchsetzungsgesetz), que entre otras cosas regula el manejo
de publicaciones ilegales dentro de dichas plataformas, sin llegar a excesos
como la propuesta de Monreal.
Finalmente, es importante
establecer que, aunque es evidente que el caso de Donald Trump generó mucha
polémica por su cargo y porque muchas autoridades se sintieron vulnerables,
estoy convencido que cualquier legislación sobre el tema debe de partir de una
premisa indispensable: no importa si eres el presidente de un país o un usuario
más, la violación a las normas comunitarias de las Redes Sociales debe tener
las mismas consecuencias para todos.
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