Maratón
Por: Salvador Romero Espinosa (@chavaromero)
El martes 26 de octubre del 2021 por la mañana, estando
en Chilpancingo, Guerrero y después de haber regresado de trotar 8 km por sus
calles para conocer la ciudad antes de ir a dar una conferencia, abrí la
síntesis informativa del día y descubrí en las primeras planas de varios
diarios de la ciudad como Milenio y NTR la buena noticia de que siempre sí
habría Maratón de Guadalajara 2021 el 12 de diciembre; pero acompañada de la
mala noticia de que faltaban menos de 48 días para ese día.
Sin embargo, la idea de correrlo se instaló en mi
cabeza como una especie de virus y durante el camino por carretera al aeropuerto
de la Ciudad de México, durante mi espera en dicha terminal (por cierto,
Aeroméxico apesta, luego les platicaré esa historia) y durante el vuelo
de regreso a Guadalajara, volvía la idea una y otra vez, al grado que estuve leyendo
decenas de programas de entrenamiento que encontré en Internet, con la mala
noticia de que el más breve de todos era para 12 semanas, es decir, el doble
del tiempo que disponía, así que al llegar a casa descarté la posibilidad y me
puse a ver a los Bravos en el primer juego de la Serie Mundial.
No obstante ello, así como en la película de “Inception”,
la idea de lograr correr mis primeros 42 kilómetros, a mis 42 años de edad y
con escasos 42 días de preparación no se fue de mi cabeza, y por la tarde del
miércoles 27 de octubre llamé a mi tío Ramón Espinoza Leaño, un experimentado
corredor amateur de decenas de carreras y más de quince maratones incluyendo los
de Nueva York, Boston y Houston, para manifestarle mi inquietud y pedirle su
consejo.
Su respuesta, palabras más o palabras menos, fue: “Sí
vi ayer lo de la carrera y me pareció una estupidez organizarla así, nadie se
puede preparar para un Maratón en tan poco tiempo, no se les va a inscribir
nadie”, así que me recomendó no hacerlo, porque había muy altas probabilidades
de no llegar debidamente preparado al día de la carrera con todo lo que ello
puede representar: No terminarla, lesiones, sufrimiento, llegar caminando o
hasta gateando a la meta, hacer el ridículo, y hasta poner en riesgo mayor mi
salud, con lo cual me sentí completamente desanimado.
La realidad es que desde hace varios años albergaba
en mi mente la idea de correr un Maratón algún día, como una experiencia de
vida y como un reto personal interesante y atractivo por toda la historia y la
mística que rodean dicha carrera, pero siempre me pareció fuera del alcance por
mi estilo de vida lleno de compromisos laborales, familiares y sociales que
difícilmente se podían compaginar con tantas semanas de entrenamiento.
Sin embargo, con la llegada de la Pandemia del
Coronavirus, prácticamente desde el mes de julio del 2020 empecé a formar un
hábito de correr de dos a tres veces por semana, con una distancia promedio de
20-22 kilómetros semanales, que únicamente suspendí un mes cuando me lesioné el
gemelo derecho en enero del 2021 y que retomé desde febrero con más o menos la
misma constancia semanal.
En ese contexto, testarudo como suelo ser cuando se
me pone algo, al día siguiente volví a buscar a mi tío y le comenté que
consideraba que la disciplina de correr que llevaba durante casi año y medio difícilmente
la volvería a tener y que le pedía su ayuda para ser mi coach en este intento,
a lo que respondió (después de un largo suspiro) que: “Mira, si logras correr
este fin de semana 24 kilómetros sin parar y a tu ritmo de carrera habitual,
tenemos una oportunidad, sino, de verdad que ni siquiera lo podemos intentar.”.
Así llegó el día sábado 30 de octubre por la mañana
y faltando exactamente 42 días para el Maratón de Guadalajara, comencé el
entrenamiento, con el reto de terminar los 24 kilómetros en menos de 2 horas 40
minutos (que fue el máximo que me establecí según mi velocidad de carrera “normal”),
y lo cual conseguí justo en el límite: 2 horas 39 minutos, lo que me valió tener
un coach que me generó un programa de entrenamiento para completar los 41 días
restantes (¡Gracias!).
Desde entonces, y con el apoyo permanente de mi
amada esposa, llevo ya 38 días de un entrenamiento constante, agresivo, fuerte
y enfocado en terminar la carrera corriendo a mi ritmo normal (que no es para
nada rápido) y que me implicaría recorrer en un tiempo de aproximadamente 4
horas con 45 minutos esa distancia mítica de 42 kilómetros y 195 metros, en una
ruta además llena de puentes y pasos a desnivel (alrededor de 20 en total), que
implican un esfuerzo adicional mental y de las piernas en cada una de esas subidas
y bajadas.
En conclusión, me atrevo a asegurarles que pase lo
que pase el domingo, estos 42 días habrán valido la pena, porque he conocido el
funcionamiento de mi cuerpo con mucho mayor detalle, en varias ocasiones lo he
llevado al límite y a pesar de los sacrificios y el dolor que ello ha
representado también lo he disfrutado, y pues como esta columna se llama “Hablemos
de Derechos”, vale la pena cerrar diciendo que todos tenemos el derecho a
correr un Maratón o, al menos, intentarlo.
Comentarios
Publicar un comentario