El Derecho a la Vida
Por: Salvador Romero Espinosa (@chavaromero)
“No vale nada la vida, la vida no vale nada…”, escribió
alguna vez José Alfredo Jiménez, y hoy más que nunca esta frase cobra plena
vigencia en México, que en 2020 ocupó el cuarto lugar Mundial en número total
de homicidios registrados (36,579), cifra muy similar a la del 2021 (por lo que
probablemente ya estemos en tercer lugar), lo que además nos coloca con una
tasa de casi 30 homicidios por cada 100,000 habitantes, muy por encima de la
tasa de 6 que existe en Estados Unidos de Norteamérica y de la de menos de 1
que existe en España, por ejemplo.
En el tema de desapariciones forzadas o de personas
desaparecidas las cosas están aún peor, ya que recientemente el Comité de las
Naciones Unidas contra la Desaparición Forzada (CED) expresó su seria
preocupación por la gravedad de la situación de las desapariciones en México,
ya que en noviembre del año pasado 95,000 personas estaban registradas
oficialmente como desaparecidas, con lo cual hemos superado a países que han
sufrido casos muy graves de desapariciones durante etapas sanguinarias de sus
dictaduras, como Sri Lanka, Siria o Argentina.
La gravedad de los casos de personas desaparecidas reside
en que, en la inmensa mayoría de los casos, son homicidios o feminicidios disfrazados
que no se reflejan en la estadística oficial de homicidios (y que probablemente
convertirían a México en el país con más homicidios en todo el Mundo) y, además,
a diferencia de los “homicidios tradicionales”, generan una ola de nuevas víctimas
entre los familiares de las personas desaparecidas, que no encuentran sosiego
ni paz ante la incertidumbre de no saber el destino final de sus seres
queridos.
Por si fuera poco, México ocupa además el quinto lugar a nivel
Mundial en número de fallecimientos oficiales por COVID-19 (con más de 300,000 personas
muertas por esta enfermedad), aunque de acuerdo a varios estudios realizados en
base al aumento real de defunciones, la cifra real superaría los 500,000
decesos, lo que en realidad nos colocaría en el nada honroso tercer lugar global
en número de muertes durante esta Pandemia.
Aunado a lo anterior, en cifras oficiales de la OMS dadas
a conocer antes de la Pandemia, México ya ocupaba el lugar 66 global en la
categoría de “esperanza de vida” y de acuerdo a cifras publicadas en el portal
de “worldmeters.info” basadas en información de las Naciones Unidas,
actualmente ocupamos ya el lugar número 90 en el Mundo (75.41 años), lo que
significa que hay al menos otros 89 países donde se espera que sus habitantes
vivan -en promedio- más tiempo que aquí.
Cabe destacar que, de acuerdo al Índice Global de
Impunidad 2020 (Global Impunity Index), de 69 países evaluados, México ocupó el
lugar 60 y, además, de acuerdo con “México Evalúa”, casi el 95% de los casos
nunca se resuelven, lo cual significa que es muy elevada la cantidad de
infracciones y delitos que no se castigan en nuestro país, lo que significa que
es altamente probable que, si algún día te matan o desaparecen en este país, nunca
se castigue al culpable por ello.
Con esto se pone de manifiesto que México no es un buen
lugar -literalmente- para vivir, y que las autoridades de todos los niveles se
encuentran muy superadas por aquellas personas que deciden privar de la vida a
otra persona dentro del territorio mexicano, en buena parte producto del enorme
poder que tiene el crimen organizado, más la corrupción y la cooperación de muchas
autoridades con las y los delincuentes.
Finalmente vale la pena preguntarnos de qué carajos ha
servido la militarización del país, que inició en la década de los 90’s cuando
se descubrió que el general José de Jesús Gutiérrez Rebollo era parte activa
del tráfico de cocaína durante el sexenio de Ernesto Zedillo; que se agudizó en
2006 cuando se declaró abiertamente la “guerra contra el narcotráfico”; y que
ha alcanzado un punto extremo durante este sexenio con la creación de la “Guardia
Nacional”, que no es otra cosa que un cuerpo militar haciendo funciones de
seguridad pública, con todo lo grave y riesgoso que ello representa para los
derechos humanos, la democracia y las libertades civiles.
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