Secuestros Telefónicos
Por: Salvador Romero Espinosa (@chavaromero)
Imagina que suena tu teléfono y aparece en la pantalla la
fotografía de tu pareja y ese nombre peculiar y -normalmente- cursi, con el
cual decidiste guardar su contacto, por ejemplo, “Amorcito Corazón”, por lo que
contestas seguro de que te está llamando desde su teléfono.
Imagina entonces que escuchas la voz de tu pareja sumamente
agitada y nerviosa, asegurándote que acaba de ser secuestrada y, acto seguido,
escuchas otra voz, masculina, con tono serio y violento, indicándote que la tienen
secuestrada y que es indispensable que les transfieras a su cuenta muchos miles
de pesos en menos de una hora, si quieres volverla a ver con vida y además que,
si cuelgas la llamada, inmediatamente la matarían. ¿Qué harías? ¿Qué pensarías?
Supongamos que decides no correr riesgos y hacer la
transferencia que te piden, por lo que corres hacia tu computadora suplicando al
secuestrador que no le vayan a hacer daño y, con tus manos temblándote, das de
alta en tu banca electrónica la cuenta a la cual debes hacer la transferencia
de todos tus ahorros para salvar la vida de tu pareja, explicándole al secuestrador
con la mayor calma que puedes fingir, que por seguridad la plataforma bancaria
te pide un tiempo de espera de 47 minutos para poder hacer la transferencia a
una cuenta nueva.
El secuestrador te responde que más te vale que no estés
jugando con la vida de tu pareja, que si cuelgas o que si en 48 minutos no reciben
la transferencia correspondiente le darán un balazo en la cabeza sin darte ni
siquiera oportunidad de despedirte de ella, a lo cual respondes que no se
preocupe, que no colgarás el teléfono y en 48 minutos estará el dinero en su
cuenta, pero que por favor te dejen hablar con tu pareja para tranquilizarla, a
lo cual te contesta: “Voy a poner el altavoz, tienes solo un minuto para
decirle lo que le quieras decir, te estará escuchando pero no te podrá contestar
porque está amordazada.”
Le dices lo mucho que la amas, que se tranquilice, que afortunadamente
cuentan con la cantidad de dinero que les están pidiendo, que pronto estarán
juntos, que por favor mantenga la calma, hasta que de repente el secuestrador
te grita: “¡Suficiente que me vas a hacer llorar pen#$%!” y te callas.
A continuación, empiezan a transcurrir los 45 minutos más
largos de tu vida, cada segundo se te hace eterno, y empiezas a imaginarte los
peores escenarios posibles, atreviéndote a preguntar: ¿Cómo sé que no le harán
nada si les transfiero el rescate?, a lo que toscamente te responde: “Mira pen#$%,
aquí las preguntas las hago yo y las órdenes las doy yo, pero como me caíste bien
te voy a contestar: No lo sabes y no tienes opción, así que tu decide si
quieres escuchar el balazo en su cabeza o no hijo de tu…!”
Te quedas callado, te hierve la sangre, pero sabes que
estás en sus manos, piensas que quizás podrías salirte a intentar buscar a
algún vecino o vecina para que te presten su teléfono y llamar a las
autoridades, pero luego te das cuenta que ya faltan 20 minutos para que se cumplan
los 47 minutos, y piensas: “¿Qué va a poder hacer la policía en 20 minutos si no
sirven para nada?”
Te sudan mucho las manos y cuando ya solo falta un minuto
para hacerles la transferencia, escuchas las llaves de la puerta principal y al
abrirse, entra por ella tu pareja caminando, con una bolsa del Oxxo en una mano
y su teléfono celular en la otra, te voltea a ver sonriente y te manda un beso
al aire a la distancia mientras empieza a sacar las cosas de la bolsa.
Eso que te acaba de suceder se conoce como “Spoofing”, y consiste
en la capacidad de suplantar un número telefónico para “engañar” al
identificador de llamadas de tu propio teléfono (y a ti por consecuencia) y es
la nueva modalidad de fraude que están utilizando principalmente para realizar
estafas bancarias, haciéndose pasar por el mismo número telefónico del banco
que tienes guardado, lo que te hace estar seguro de que la llamada es genuina,
cuando en realidad no lo es.
Producto de esta técnica, todavía muy poco conocida en
México, se han cometido una enorme cantidad de fraudes bancarios y considero
que no existe suficiente información preventiva de bancos ni gobierno para
informarnos que, ante cualquier llamada ligeramente sospechosa: Desconfiemos,
colguemos y seamos nosotros quienes marquemos al número de nuestro banco o ser
querido.
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