Dólares Fifís

Por: Salvador Romero Espinosa (@chavaromero)

La apreciación del peso mexicano frente a otras monedas internacionales, particularmente el dólar norteamericano, suele ser una buena señal, pues es un importante referente sobre nuestra estabilidad macroeconómica y política, y demuestra que aún sigue existiendo confianza de los capitales extranjeros en nuestro país, a pesar de que se hayan tomado decisiones bastante malas como la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional que ya habíamos pagado o la cancelación de la fábrica de cerveza ya terminada de Constellation Brands en Mexicalli.

Sin embargo, no es la primera vez que dicha apreciación tiene sus bemoles, como sucedió a finales de 1994, cuando una aparente enorme solidez del peso fue seguida de una estrepitosa devaluación, que llevó el dólar de los 3 pesos a los 10 pesos en unas cuantas semanas, en lo que se bautizó históricamente como el “error de diciembre”.

En el año 2008 se experimentó otra apreciación del peso frente al dólar, producto de la gran crisis financiera norteamericana y la bancarrota de Lehman Brothers, desplomándose el valor del dólar frente al peso en doble dígito porcentual en apenas unas semanas, sin embargo, lejos de celebrarlo, el entonces gobernador del Banco de México decidió suscribir un mecanismo temporal para el intercambio de divisas con el Banco de la Reserva Federal (línea “swap”) por 30 mil millones de dólares, para estabilizar o subir su precio cambiario, sabedor de que la devaluación del dólar no era necesariamente buena para nuestra economía.

Actualmente, sin embargo, se está festejando por las autoridades federales la devaluación del dólar, hablándose incluso ya del “súperpeso”, y no tengo conocimiento que el Banco de México esté buscando detener o revertir esta tendencia, lo cual podría tener efectos negativos para varios sectores del país, empezando por las clases sociales media-baja y baja y para las industrias transformadoras que viven de las exportaciones, y que representan una parte importante de nuestra economía.

Cabe recordar que apenas el año pasado México obtuvo un superávit de 73,917 millones de dólares en su balanza comercial de productos con Estados Unidos (enero a julio de 2022), un nivel máximo histórico, que al valor de cambio actual representa una pérdida para los ingresos netos de nuestros exportadores por encima del 10%, lo que además podría impactar en los sueldos de sus empleados o detener la contratación de nuevos trabajadores.

Aunado a lo anterior, también en el año 2022, se alcanzó un máximo histórico de remesas en México por la cantidad de 58,497 millones de dólares, lo que supuso un crecimiento del 13% respecto al año 2021, que básicamente son los dólares que reciben las familias mexicanas menos favorecidas de sus parientes que trabajan en los Estados Unidos de Norteamérica.

Por último, cabe destacar que, a pesar de la devaluación del dólar frente al peso, el año pasado se vivió la peor inflación del país en décadas, alcanzándose un registro oficial de casi el 8% (aunque hay mediciones extra oficiales que señalan que la denominada como “canasta básica” superó incluso el 9%), por lo que en unos pocos años en México cuesta mucho más comprar los productos esenciales para la subsistencia.

De todo lo anterior se desprende que si una familia mexicana de bajos recursos, recibía en enero del año 2022, una remesa de 400 dólares mensuales, los podía convertir en aproximadamente $8,000 pesos mexicanos, que le alcanzaría en aquel momento para 4 canastas básicas (que cerró en 2021 a un precio aproximado de $1,769 pesos por persona) y les sobrarían $924 pesos; sin embargo, en este momento, si esa misma familia, siguiera recibiendo una remesa similar de $400 dólares mensuales, los podría convertir únicamente en $7,160 pesos mexicanos, que es este momento apenas le alcanzaría para 3 canastas básicas (que en enero de este año se calculó en $2,144 pesos por persona) y les sobrarían $728 pesos.

En otras palabras, en apenas poco más de un año, la combinación de inflación desmesurada con la caída del tipo de cambio, han reducido en más del 20% el poder adquisitivo de aquellas familias que dependen principalmente de las remesas para sobrevivir (en el ejemplo usado, prácticamente lo necesario para alimentar a una persona mensualmente), por lo que no me parece que sea una excelente noticia para muchísimas familias la depreciación del dólar frente al peso.

Irónicamente, los principales beneficiados por el tipo de cambio barato son esos “fifís” a los que tanto odia el presidente, ya que pueden comprar dólares para ahorrarlos, para comprar iPhones y electrónicos más baratos o para irse a pasear o estudiar al extranjero.




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