Primero vinieron por el INAI...
Por: Salvador Romero Espinosa (@chavaromero)
El pastor alemán Martin Niemöller
(1892-1984) respaldó al movimiento Nazi en sus orígenes; incluyendo la condena
al comunismo por su supuesta responsabilidad en la quema del Reichstag (Parlamento);
sus políticas nacionalistas, y la destrucción de las instituciones y de los
contrapesos políticos, supuestamente a favor de una Alemania más fuerte y consolidada.
Sin embargo, cuando los nazis buscaron
el sometimiento también de las diversas iglesias, el propio Niemöller se opuso
a Hitler, formando una asociación de clérigos alemanes dispuestos a defender la
autonomía de las instituciones religiosas, por lo cual fue eventualmente arrestado
y enviado a un campo de concentración, poco antes del inicio de la Segunda
Guerra Mundial.
Durante su reclusión escribió un
poema, bautizado tradicionalmente como “Primero vinieron…”, cuyo texto actualmente
se encuentra plasmado sobre piedra en el Museo Memorial del Holocausto, para
recordarnos como humanidad la obligación que tenemos de defender los derechos
de aquellos grupos a los que no pertenecemos o con quienes no comulgamos, pues
de lo contrario, llegará el día en que no quede nadie para defender nuestros
propios derechos.
Durante el sexenio que está por
concluir, se han lanzado desde el Ejecutivo Federal discursos de
descalificación en contra de diversas personas y grupos, e incluso se han presentado
iniciativas para debilitar o desparecer diversas instituciones de contrapeso
gubernamental, que han logrado resistir dichos embates gracias, en buena parte,
a la función constitucional que han desempeñado el Poder Judicial y el Poder
Legislativo.
Sin embargo, en este nuevo
sexenio que está por comenzar, se está planteando reformar la Constitución
Política Federal, para reconfigurar o acabar -de una vez por todas- con muchas
instituciones, empezando por el Poder Judicial y la Suprema Corte de Justicia, y
siguiendo con los organismos constitucionales autónomos, al amparo de la legitimidad
política obtenida en las urnas, que en ningún caso puede interpretarse como un “cheque
en blanco” para retroceder en materia de derechos humanos, especialmente en un
país como México, donde dichas violaciones suceden de manera recurrente.
Hay que recordar que los triunfos
electorales y las mayorías calificadas no justificarán nunca la violación de
derechos fundamentales, ni la ruptura de tratados y pactos internacionales de
los que México sea parte, lo cual es lo que se pretende con la propuesta de
reforma constitucional aprobada recientemente por la Comisión de Puntos
Constitucionales de la Cámara de Diputados, la cual es una aberración
legislativa, que carece de un esquema alterno que garantice la debida tutela de
los derechos humanos una vez se concrete la destrucción de los organismos
constitucionales en materia de transparencia y de protección de datos
personales, siendo especialmente preocupante el que no se hayan tomado en
cuenta los miles de cuestionamientos y observaciones que se realizaron a la
propuesta presidencial dictaminada durante estos meses.
Aunado a lo anterior, la reforma
planteada violenta profundamente el esquema federalista mexicano previsto en
nuestra Constitución, toda vez que obliga a las 32 entidades federativas a
destruir a sus institutos locales de transparencia y protección de datos
personales, a pesar de que pudieran existir estados en los cuales -sus
gobiernos y su gente- quisieran dar la espalda a esta propuesta despótica, y
seguir apostando localmente por una debida tutela de estos dos derechos fundamentales.
A pesar de todo ello, percibimos
que no existen actualmente suficientes personas en México dispuestas a luchar
por la preservación de estas instituciones, ya sea porque no pertenecen a ellas,
porque no les interesa su existencia o, simplemente, porque se han comprado el
discurso oficial de que no sirven para nada; sin embargo, no se dan cuenta que
de concretarse la propuesta en ciernes, se estaría abriendo la puerta a un
autoritarismo que tarde o temprano nos podría alcanzar a todas y todos, sin
importar en qué ámbito público o privado nos desempeñemos.
Así que -parafraseando a Niemöller-
esperemos que este poema nunca tenga que adornar en el lejano futuro algún
museo mexicano:
“Cuando el Gobierno vino por el
Poder Judicial, guardé silencio porque no era juzgador.
Cuando vinieron por los Organismos
Constitucionales Autónomos, guardé silencio, porque no formaba parte de ellos.
Cuando vinieron por el
Federalismo, no protesté, ya que no me consideraba federalista.
Cuando vinieron por los Medios de
Comunicación, no protesté, ya que no era periodista.
Cuando vinieron por los
Neoliberales y Aspiracionistas, tampoco protesté porque no era uno de ellos.
Cuando vinieron a buscarme, ya no
quedaba nadie más que pudiera protestar.”
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